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La denuncia como pilar en la lucha contra la informalidad en el sector farmacéutico 

24 de agosto de 2025
Denuncia Diego Alva Lizarraga
La denuncia es un pilar fundamental en la lucha contra la informalidad. No basta con tener leyes ni con fortalecer la fiscalización: necesitamos un compromiso activo de todos los actores de la cadena —laboratorios, distribuidores, farmacias, profesionales de salud y consumidores— para visibilizar prácticas ilegales y ponerles un alto. 

Hablar de informalidad en el Perú es hablar de una de nuestras más grandes barreras para el desarrollo. Según cifras oficiales, más del 70 % de la PEA trabaja en condiciones informales (INEI, 2024). Pero, cuando esa informalidad llega al sector farmacéutico, no estamos solo frente a un problema económico o tributario: estamos hablando de un grave riesgo para la salud de millones de personas. 

Como ejecutivo de este sector, he podido ver de cerca cómo la informalidad se manifiesta en diferentes eslabones de la cadena: desde la importación y distribución hasta la venta minorista. Boticas que operan sin licencias, medicamentos sin registro sanitario, productos falsificados que imitan empaques formales y que, muchas veces, contienen dosis incorrectas o sustancias tóxicas.  

Todo esto circula en el mercado informal, debilitando la confianza en nuestra industria y poniendo en peligro la vida de los pacientes. 

Una amenaza silenciosa 

De acuerdo con DIGEMID (2025), el 50,5% de los medicamentos falsificados incautados provienen de establecimientos informales no farmacéuticos (ferias, mercados o bodegas), 25,4% de establecimientos boticas informales sin autorización y 24,1% de operativos aduaneros o de transporte. Esto significa que muchos de los tratamientos que las personas adquieren no tienen las garantías de calidad, eficacia o seguridad necesarias. En un sector donde cada dosis puede marcar la diferencia entre recuperar la salud o agravar una enfermedad, esta cifra debería preocuparnos a todos. 

La informalidad también erosiona la competitividad de las empresas que cumplimos la normativa. Mientras nosotros invertimos en infraestructura, procesos de calidad, buenas prácticas de almacenamiento y distribución, hay actores que evaden impuestos, operan sin protocolos y ofrecen precios más bajos gracias a atajos ilegales. Es una competencia desleal que no solo afecta a las compañías, sino que además frena la innovación y limita la capacidad de inversión en investigación y desarrollo. 

El rol de la denuncia 

Ante esta realidad, estoy convencido de que la denuncia es un pilar fundamental en la lucha contra la informalidad. No basta con tener leyes ni con fortalecer la fiscalización: necesitamos un compromiso activo de todos los actores de la cadena —laboratorios, distribuidores, farmacias, profesionales de salud y consumidores— para visibilizar prácticas ilegales y ponerles un alto. 

Denunciar significa alzar la voz cuando identificamos un producto falsificado, una venta sin autorización o un canal sospechoso. Significa utilizar los mecanismos que ofrecen las autoridades sanitarias, como DIGEMID, y exigir que se apliquen las sanciones correspondientes. Cada denuncia, por pequeña que parezca, contribuye a cerrar espacios a la informalidad. 

Crear una cultura de integridad 

La denuncia no debe entenderse solo como una acción reactiva, sino como parte de una cultura de integridad. En nuestras organizaciones podemos fomentar esa cultura de varias maneras: 

  • Capacitando a nuestros equipos para identificar productos adulterados o inconsistencias en la cadena de suministro. 
  • Promoviendo canales de reporte seguros y anónimos para colaboradores y aliados estratégicos. 
  • Sensibilizando a los consumidores, para que sepan reconocer establecimientos autorizados, exigir comprobantes de pago y verificar que los medicamentos tengan registro sanitario. 
  • Cuando la sociedad comprende que denunciar protege vidas y no es un acto aislado, sino un compromiso colectivo, la informalidad pierde terreno. 

La tecnología como aliada 

Hoy tenemos la oportunidad de potenciar la denuncia con el uso de la tecnología. Aplicaciones móviles, códigos QR en empaques que redirigen al registro sanitario, plataformas digitales de trazabilidad y canales de atención en línea son herramientas que permiten a cualquier ciudadano verificar la autenticidad de un producto y, al mismo tiempo, reportar irregularidades. 

En países de la región ya existen iniciativas de este tipo que han dado resultados positivos, reduciendo la circulación de medicamentos falsificados y aumentando la confianza en el sector formal. Estoy convencido de que en el Perú debemos avanzar en ese mismo camino, combinando innovación con regulación efectiva. 

Un llamado a la acción 

La informalidad en el sector farmacéutico no es un problema menor ni pasajero. Es un fenómeno estructural que afecta la salud pública, debilita nuestra economía y erosiona la confianza de los pacientes en los medicamentos. 

Por eso, quiero hacer un llamado a la acción: 

  • A las autoridades, para fortalecer los mecanismos de fiscalización y garantizar que las denuncias recibidas se traduzcan en sanciones efectivas. 
  • A las empresas, para que promovamos de manera proactiva la integridad en toda la cadena de valor. 
  • Y a los consumidores, para que reconozcan el poder que tienen al exigir formalidad y denunciar cuando algo no está en regla. 

La denuncia es mucho más que un trámite. Es un acto de responsabilidad y de compromiso con la vida de las personas. Si logramos consolidar una cultura donde denunciar sea parte natural de nuestra relación con los medicamentos, estaremos dando un paso firme hacia un sector farmacéutico más seguro, competitivo y confiable. 

Como país no podemos darnos el lujo de tolerar que la salud de los peruanos quede en manos de la informalidad. La lucha contra este problema requiere de todos nosotros, y la denuncia es, sin duda, una de nuestras principales armas para ganar esta batalla.